Archive for octubre, 2009

La debacle de la industria cultural

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Con la liberación de las masas oprimidas que ya preconizó Ortega y Gasset en su día, se abrió un mundo de posibilidades para el capitalismo, donde la cultura, convertida en mercancía, podía ser comprada y vendida a cambio de sustanciosos beneficios para editoriales y discográficas variadas.  Nació así la denominada industria cultural, un término que puede semejar antagónico a primera vista, pero que ha generado importantes cantidades de dinero y artistas más o menos frustrados y continuistas en los top de este país. Hubo una época de auténtico boom en la que todo funcionaba: los libros se vendían, los discos más aún y las películas se veían en los cines. Productores, editores y discográficas se frotaban las manos y llenaban sus bolsillos con la creatividad de otros.

Sin embargo, llegó un invento que terminaría convirtiéndose en un auténtico lastre para la industria cultural: internet. La masa comenzó a descargarse los discos, las películas e incluso los textos de sus autores favoritos. Con un solo clic podían acceder a ellos sin tener que prescindir de las altas cantidades de dinero a las que habían comenzado a ascender las obras culturales. Sobre todo, el público adolescente (del que más se nutre este tipo de industria), carente del dinero que la precariedad laboral no puede suministrarle (sueldos bajos, dificultad de conseguir trabajo a largo plazo, estudios, etc.), comenzó a bajárselo todo –literalmente- de la red. Precisamente la generación que creció con la creencia de que lo podía tener todo, se topó con que eso realmente es así en Internet. El fluido de canciones y películas satura los servidores y, pese a que el consumo es hoy más grande que nunca, la asistencia a las salas y la venta de discos sigue cayendo en picado.

Ante tal descenso de beneficios, las discográficas han comenzado a ahogar a los autores con tasas irrisorias, maltratos psicológicos y robo de la propiedad intelectual de sus obras. Al mismo tiempo, las editoriales se aprietan el cinturón y, además de hacer lo propio con los escritores de mayor renombre, han cerrado el mercado a cal y canto a las nuevas promesas. Y lo mismo en el cine: la carencia de audiencia va en paralelo a la carencia de ideas y de buenas producciones. El resultado: un estrangulamiento aún mayor del mercado cultural, todavía más prostituido por aquellos a quienes poco les importan los beneficios intelectuales de la cultura. ¿Cuántos grupos valencianos pueden darse a conocer hoy en día, tan escasas como andan las subvenciones?

Pero hay más. Ante la crisis, algunas editoriales están poniendo en práctica métodos fraudulentos para engañar a los escritores noveles, ansiosos de ver sus obras impresas. Me contaba un amigo el otro día que, tras acabar su novela, mandó un manuscrito a cierta editorial que, al cabo de pocos días, le sorprendió anunciándole que estaban dispuestos a publicar su obra. Tal fue su entusiasmo que, en el momento, fue incapaz de pensar racionalmente y extrañarse por la rapidez de la editorial y su respuesta afirmativa. Sin embargo, pronto le llegó un correo electrónico con el contrato que, en letra pequeña, estipulaba las condiciones: mi amigo, como autor, debía pagar 5.000 euros para que la obra se publicara y los beneficios los obtendría si vendía 200  ejemplares él mismo. Así es como se trata a los autores hoy en día, menospreciando su esfuerzo y aprovechándose de sus ilusiones.

Ante tal debacle estructural, los verdaderos artistas han optado por independizarse de sus discográficas o casas editoriales. La decisión de abandonar el sistema es difícil, entraña riesgos, pero hoy por hoy resulta la única vía factible para poder efectuar tu trabajo en base a tus verdaderas convicciones. Conscientes los grupos de que sus beneficios reales se hallan en los conciertos, optan por regalar sus grabaciones o, simplemente, colgarlas en la red. Así, cualquiera puede tener un grupo, grabar en un estudio sus canciones y distribuirlas a un precio módico, donde no hay intermediarios de por medio. Realmente, la cultura para las masas se está convirtiendo en cultura hecha por las masas, lo cual es bueno, porque aumenta la participación y la lucidez global.

Las ansias incontroladas de las discográficas por chupar la sangre de los artistas a su servicio les ha llevado a una situación que prevé una más que segura desaparición del mercado en pocos años. Se lo tienen merecido. Decenas de escritores están haciendo lo mismo en Internet, a través de páginas como Lulú o Bubok, donde pueden autoproducirse sus obras. El esfuerzo es mucho mayor, pero puede verse recompensado con la idea de que se está actuando de manera autónoma y fiel, con el sudor de su propia frente. Es así como la autogestión se está convirtiendo, poco a poco, en la forma más eficaz para poder sobrevivir haciendo lo que a uno le gusta. Algo que, tratándose de la cultura, es además un camino útil para la autorrealización personal.

El mundo está loco, loco, loco

En El mundo está loco, loco, loco el genial Stanley Kramer retrataba la esencia de la sociedad con una serie de situaciones cómicas y realistas en las que queda patente lo irrisorio de la condición humana. Es cierto, todos albergamos a un loco en nuestro interior, pero, sin lugar a dudas, en los últimos tiempos se están dando situaciones –quizás provocadas por la crisis capitalista que aún nos hace cometer más locuras- que servirían de argumento perfecto para otra película de Kramer. Para facilitarle el trabajo, haremos una especie de diversas propuestas que motivarían el hilo conductor, o que incluso podrían alternarse durante la trama.

En primer lugar, el protagonista de la cinta podría ser, por ejemplo, Evo Morales. Como todas las historias que propondré, es el típico perdedor al que le pasan cosas graciosas. Eterno candidato al premio Nobel de la Paz por su lucha en defensa de los derechos de los indígenas latinoamericanos, verá como año tras año, se lo arrebatan. Hacia el final de la cinta, llegará un tal Obama al poder en Estados Unidos (sic) y recibirá el Nobel de la Paz. Acto seguido, Morales, abatido, se suicida ofreciéndose a los matones de las grandes empresas y a los espías internacionales, que llevan tiempo pugnando por su cabeza. La reflexión del espectador en este punto debería ir en sentido de preguntarse: ¿y por qué no le han dado el premio al pobre de Evo? ¿O a Piedad Córdoba, clave en la liberación de rehenes de las FARC, en Colombia, por ejemplo? ¿Por qué el Nobel se sustenta en promesas y no acciones y es otorgado al presidente de la potencia que más potencial armamentístico ostenta de la comunidad internacional? En fin, y cosas así.

En una versión a la española, el protagonista podría ser el pijo de Ricardo Costa. La película se centraría en la lucha de un hombre contra todo por conservar su cargo de poder, los relojes caros y otros favores sexuales varios. Y es que el bueno de Ric se ha negado a dimitir. Como las garrapatas, le han tenido que despegar de su cargo a base de mano dura. Y mira que a la dirección nacional del PP le ha costado. El más bueno aún de Camps tampoco quería cesarlo, en un acto de cobardía política injustificable. ¿Por qué será? ¿Quizás tema que la ley del efecto dominó se imponga en su partido y en su provincia? En este caso, sin embargo, lo más cómico de la cinta sería ver como el electorado valenciano sigue empecinado, a pesar de todos los escándalos de corrupción, los Bigotes, los pijos, las empresas estafadoras y los Don Vito’s que pululan por nuestro territorio, en votar al Partido Popular. En este caso, la moraleja sería clara: la democracia en Valencia no funciona. Quizá sea un defecto mental, pero lo cierto es que, cuando la corrupción se perpetua en el poder, hay que hacer algo más que votar cada cuatro años. ¿Realmente funciona la democracia como mejora de la voluntad social?

La última propuesta estaría más destinada al público joven. Su protagonista podría ser una de las hijas góticas de Zapatero que, desencantada con una sociedad que se ríe de ella por ir a una cumbre en la ONU vestida libremente, decide darse a la bebida para sustraerse de un mundo que no va con ella. En una de esas, se vería envuelta en un disturbio frente a la Policía, como el que hubo en Pozuelo hace un mes o así. Ella estaría en primera línea, lanzando botellas de cristal a los antidisturbios y acabaría en comisaría tras incendiar un cuartel de la Guardia Civil. Esta cinta sería más independiente, relataría la comicidad que se esconde detrás del hecho de que ahora, en vez de protestas sindicales por la bajada de salarios, la violencia provenga de una juventud acomodada y pija, pero alcoholizada.

El Sistema ha terminado por fabricar engendros que bien podrían semejar su propia autodestrucción. Los nuevos anarquistas ven Física o Química, compran en Zara y entre sus temas más importantes de conversación se hallan el fútbol, las chicas y las depilaciones, en ese orden. La contundencia visual de las imágenes que esta película mostraría serviría también para mandar un mensaje a las fuerzas policiales y represivas: “Si véis que la gente está bebiendo a gusto, ahí, que son fiestas en el pueblo y es normal que se arme jaleo… No hagáis nada, que al final algo terminará ardiendo”. Ahora la juventud no se rebela contra la guerra de Afganistán, el caso Gürtel o los asentamientos judíos, sino contra el hecho de que no les dejen pegarse la fiesta. En fin, que “la botella de whisky, ni tocarla” (sic).

El mundo está loco, loco, loco

En El mundo está loco, loco, loco el genial Stanley Kramer retrataba la esencia de la sociedad con una serie de situaciones cómicas y realistas en las que queda patente lo irrisorio de la condición humana. Es cierto, todos albergamos a un loco en nuestro interior, pero, sin lugar a dudas, en los últimos tiempos se están dando situaciones –quizás provocadas por la crisis capitalista que aún nos hace cometer más locuras- que servirían de argumento perfecto para otra película de Kramer. Para facilitarle el trabajo, haremos una especie de diversas propuestas que motivarían el hilo conductor, o que incluso podrían alternarse durante la trama.

En primer lugar, el protagonista de la cinta podría ser, por ejemplo, Evo Morales. Como todas las historias que propondré, es el típico perdedor al que le pasan cosas graciosas. Eterno candidato al premio Nobel de la Paz por su lucha en defensa de los derechos de los indígenas latinoamericanos, verá como año tras año, se lo arrebatan. Hacia el final de la cinta, llegará un tal Obama al poder en Estados Unidos (sic) y recibirá el Nobel de la Paz. Acto seguido, Morales, abatido, se suicida ofreciéndose a los matones de las grandes empresas y a los espías internacionales, que llevan tiempo pugnando por su cabeza. La reflexión del espectador en este punto debería ir en sentido de preguntarse: ¿y por qué no le han dado el premio al pobre de Evo? ¿O a Piedad Córdoba, clave en la liberación de rehenes de las FARC, en Colombia, por ejemplo? ¿Por qué el Nobel se sustenta en promesas y no acciones y es otorgado al presidente de la potencia que más potencial armamentístico ostenta de la comunidad internacional? En fin, y cosas así.

En una versión a la española, el protagonista podría ser el pijo de Ricardo Costa. La película se centraría en la lucha de un hombre contra todo por conservar su cargo de poder, los relojes caros y otros favores sexuales varios. Y es que el bueno de Ric se ha negado a dimitir. Como las garrapatas, le han tenido que despegar de su cargo a base de mano dura. Y mira que a la dirección nacional del PP le ha costado. El más bueno aún de Camps tampoco quería cesarlo, en un acto de cobardía política injustificable. ¿Por qué será? ¿Quizás tema que la ley del efecto dominó se imponga en su partido y en su provincia? En este caso, sin embargo, lo más cómico de la cinta sería ver como el electorado valenciano sigue empecinado, a pesar de todos los escándalos de corrupción, los Bigotes, los pijos, las empresas estafadoras y los Don Vito’s que pululan por nuestro territorio, en votar al Partido Popular. En este caso, la moraleja sería clara: la democracia en Valencia no funciona. Quizá sea un defecto mental, pero lo cierto es que, cuando la corrupción se perpetua en el poder, hay que hacer algo más que votar cada cuatro años. ¿Realmente funciona la democracia como mejora de la voluntad social?

La última propuesta estaría más destinada al público joven. Su protagonista podría ser una de las hijas góticas de Zapatero que, desencantada con una sociedad que se ríe de ella por ir a una cumbre en la ONU vestida libremente, decide darse a la bebida para sustraerse de un mundo que no va con ella. En una de esas, se vería envuelta en un disturbio frente a la Policía, como el que hubo en Pozuelo hace un mes o así. Ella estaría en primera línea, lanzando botellas de cristal a los antidisturbios y acabaría en comisaría tras incendiar un cuartel de la Guardia Civil. Esta cinta sería más independiente, relataría la comicidad que se esconde detrás del hecho de que ahora, en vez de protestas sindicales por la bajada de salarios, la violencia provenga de una juventud acomodada y pija, pero alcoholizada.
El Sistema ha terminado por fabricar engendros que bien podrían semejar su propia autodestrucción. Los nuevos anarquistas ven Física o Química, compran en Zara y entre sus temas más importantes de conversación se hallan el fútbol, las chicas y las depilaciones, en ese orden. La contundencia visual de las imágenes que esta película mostraría serviría también para mandar un mensaje a las fuerzas policiales y represivas: “Si véis que la gente está bebiendo a gusto, ahí, que son fiestas en el pueblo y es normal que se arme jaleo… No hagáis nada, que al final algo terminará ardiendo”. Ahora la juventud no se rebela contra la guerra de Afganistán, el caso Gürtel o los asentamientos judíos, sino contra el hecho de que no les dejen pegarse la fiesta. En fin, que “la botella de whisky, ni tocarla” (sic).